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Carmín

Silke se mueve en bici. Así recorre la distancia entre su casa y el centro de Utrecht. Solo cuando va a Ámsterdam, donde estudia en la escuela de arte, se ve obligada a coger el transporte público. Pero si puede elegir, su compañera es siempre su bici negra. Con ella ha viajado hasta una pequeña cabaña de Amersfoort para encontrarse con otras mujeres como ella. Es sábado, principios de enero, y la bici deja que el aire frío torne su rostro de carmín.

Bajo el techo de esa cabaña, sus ojos profundamente azules se refugian en rostros conocidos: el de Nina y Kirsten, personas que la han acompañado en los puntos de inflexión de su vida. “Nina fue la primera persona que conocí que era como yo”. —recuerda Silke— “Las dos teníamos diferencias que compartimos, y pudimos hablar de ello sin cansarnos”.

 

Para ella fue hace tan solo seis años cuando su vida cambió, pero llevaba sintiéndose diferente, “como si algo estuviera mal”, desde los 12. Tras dos años insistiendo a su médico de cabecera, por fin acudió a hacerse pruebas al hospital, que consistieron en una examinación ginecológica y una resonancia magnética. Fue entonces, a los 14 años, cuando le dijeron lo que le ocurría. Tenía el síndrome Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser (MRKH).

Chaquetas colgadas en una cabaña en Países Bajos
¿Qué es MRKH?Dra. Kirsten Kluivers
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"El síndrome de MRKH es una condición donde las niñas nacen sin... Donde los conductos de Müller... Bueno cuando hay un embrión de cinco centímetros de largo hay dos pequeños conductos, que son los conductos de Müller, que deben desarrollarse y fusionarse, y son ellos los que crean gran parte de la vagina y el útero. Y eso es lo que va mal en el síndrome MRKH, no sabemos exactamente qué pasa, pero por alguna razón ni el útero ni la vagina se desarrollan correctamente. Al final es un aspecto muy concreto que no funciona bien, pero que afecta de forma importante a los órganos reproductivos. Así que eso es lo que ocurre, que el útero no se ha desarrollado ni tampoco la vagina, que no es muy profunda"

Tan solo esas palabras. Tienes síndrome de MRKH. Eso fue todo lo que le dijeron a Silke aquel día. El día que para ella todo cambió. La doctora Kirsten Kluivers, ginecóloga pediátrica y cirujana, no fue la encargada de decirle lo que le ocurría, pero sí quien se ocupó de ayudarla durante el proceso posterior. Durante la primera consulta, a Kluivers siempre le acompañan dos médicos psicólogos, por si la persona que acude tiene alguna duda o quiere expresar alguna preocupación. Kluivers, comprometida con la mejora del trato médico a personas con estas condiciones, intenta ponerles siempre en contacto con diversas asociaciones y evita insistir en una “solución” a su condición: “Tal vez les hablamos sobre el proceso de dilatación o vaginoplastia, pero insistimos en que no es necesario, que se puede evitar, y sobre todo, que se puede y debe retrasar”.

Sin embargo, no es tan sencillo. No fue tan sencillo para Silke. Ella empezó un proceso de dilatación vaginal porque “quería ser como las demás chicas”: “Con el diagnóstico sentí que algo dentro de mí había muerto. La idea de tener el mismo cuerpo que todas las mujeres había muerto y era todo… Tristeza. Una tristeza que sentía a nivel físico, porque una versión de mí ya no era posible”. Dejó de sentirse, durante un tiempo, como una mujer, porque su cuerpo no encajaba en ese sistema en el que se había criado. 

Para Mir Abe Marinus, líder de proyecto y anterior investigadore de política dentro de la Organización Neerlandesa por la Diversidad Sexual (NNID), el sistema sexo-género binario afecta completamente a las vidas de personas con experiencias como la de Silke: experiencias intersexuales. “Todo tiene que ver con la heteronormatividad”. —declara Marinus— “Si no viéramos a los cuerpos en dos categorías, miraríamos al sexo como un espectro. Todos los cuerpos son distintos y todo afecta al sexo, no solo las hormonas o que tengas o no una vagina 'normal'. Es mucho más complejo”.​​​

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Silke no quería practicarse una vaginoplastia por experiencias pasadas en cirugía estética y las recomendaciones de la doctora Kluivers. Sin embargo, empezar un proceso de dilatación cuando le acababan de diagnosticar no fue una “buena idea”: “No estaba en un buen momento mentalmente. Si tuviera que dar algún consejo a los médicos, es que se aseguren del estado mental en el que está una persona antes de iniciar un proceso así. Si lo haces desde la inseguridad y el querer cambiar quien eres… No puedes. Tienes que aceptarte a ti, a tu cuerpo y nunca empezar desde la negatividad”.

Tardó meses en darse cuenta de que no necesitaba dilatarse todos los días. Le costó mucho trabajo mental percatarse de que no había una forma perfecta de ensanchar su vagina, y que si se centraba en hacerlo por tratar de encajar, el coste emocional era muy elevado. “Si no viviéramos en este sistema binario”, —reflexiona Marinus— “la gente no sentiría la necesidad de ‘ajustarse’ y ‘callarse’”.

En dos ocasiones, Silke se ha encontrado con chicos que se distanciaron de ella por lo que su cuerpo dejaba de ofrecer, y aunque reconoce que son personas que no quiere en su vida, sí que admite sentirse frustrada en ocasiones: “No sé cómo es tener relaciones sexuales con un cuerpo normativo y a veces me siento decepcionada conmigo. No es algo que ocurra siempre y no escala hasta el punto de odiarme a mí misma, pero me asusta lo que pueda pasar en el futuro”.

Su entrenadora emocional, sus amigos y el arte han ayudado a esta joven a seguir y a darse cuenta de que su cuerpo y su identidad crean un propósito determinado en su vida. De hecho, fue un vídeo poema sobre su experiencia lo que le ayudó a entrar en la escuela de arte a la que acude en Ámsterdam a día de hoy. “Ahora estoy más en paz, porque sé que solo soy una creación de Dios diferente a los demás. Aunque me ha costado llegar a ese punto”, comparte Silke.

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A sus 20 años está conociendo a alguien y sus ojos y su sonrisa brillan con entusiasmo al pensar en él. A pesar de sus experiencias, Silke sigue moviéndose en bici con las mejillas sonrosadas, y sigue afrontando el frío de la sociedad binaria que romantiza y medicaliza su identidad. Al menos lleva como para defenderse su bufanda color carmín.

* Todas las imágenes utilizadas en esta página son propias

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